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La historia del Pastel de Belém se remonta a principios del siglo XIX y está ligada a los monjes del Monasterio de los Jerônimos, en Belém, Lisboa. Habrían creado el dulce para utilizar las gemas sobrantes de las hostias. Los monjes guardaron el secreto de la receta, pero tras las revoluciones liberales de 1920 tuvieron que abandonar el monasterio. Un comerciante de azúcar, Domingos Rafael Alves, descubrió el secreto y empezó a vender los dulces como "Pastéis de Belém". La región atrajo turistas, fortaleciendo la fama del dulce. En el siglo XX, el Pastel de Belém se convirtió en un icono turístico y gastronómico en Portugal, con visitantes de todo el mundo probando este manjar. Dice el proverbio local: “la novia que come pastelitos nunca se quita el anillo”, y es común ver a parejas de recién casados disfrutando de este dulce capricho el día de su boda como parte de la tradición.